El diamante es la gema más dura conocida por el hombre, y sin embargo, las más simple en su composición, tanto como el grafito de un lápiz, carbón común, pero no se rompe tan fácilmente.
Su punto de fusión es dos veces y media más alto que el acero, hacen falta aproximadamente 4.000 grados centígrados para fundir un diamante.
Hace millones de años, dos fuerzas elementales como el calor y la presión transformaron milagrosamente el carbón en diamante, dentro de las calderas de magma hirviendo que se encuentran a grandes profundidades bajo la superficie terrestre.
Esa nueva masa volcánica en donde tuvo lugar la cristalización, empujó hasta romper la superficie de la tierra para acabar enfriándose y formar chimeneas de kimberlita o conductos de lamproita, el lugar donde en la actualidad se encuentran la mayoría de los diamantes.
Todo lo extremadamente escaso se convierte en valioso. Los diamantes, formados hace millones de años, lo son porque muy pocos sobrevivieron al largo viaje desde las profundidades de la tierra hasta su superficie. De hecho, aunque su producción ha aumentado en los últimos años, sorprende conocer la cifra que se ha conseguido extraer a lo largo de la historia, sólo unas 500 toneladas. Y aún esa cifra está muy lejos de ser útil.
Aproximadamente un 50% se considera calidad de gema y aún menos son lo suficientemente grandes para que merezca la pena tallarlos. Entre los elegidos, pocos alcanzarán un tamaño superior al de la cabeza de una cerilla.
Obtener una cantidad relativamente pequeña de gemas de calidad así como diamantes industriales no es fácil, incluso con la sofisticada tecnología actual.
Hay que extraer y procesar aproximadamente unas 250 toneladas de mineral de una chimenea de kimberlita para obtener un diamante con la calidad de gema.
En donde sea posible, se tendrá en cuenta la forma en la que se elimine la gran cantidad de material de deshecho que se produce, de tal manera que no dañe el entorno ecológico local.
Antes de llegar a las manos de una mujer, un diamante probablemente pasará por cuatro continentes y por las vidas de cientos de personas. Hábiles artesanos han de adquirir una gran especialización para llevar a cabo el complicado proceso de extracción y pulido de un diamante.
Aunque los diamantes se extrajeron por primera vez en la India, hace 2.800 años, la industria moderna nació con los descubrimientos de Sudáfrica a finales del siglo XIX.
Hoy en día, sin embargo, en cuanto a volumen, los cinco países productores más importantes, principales abastecedores mundiales de diamantes en bruto, responsables del 90% de la producción son: Australia, Zaire, Botswana, Rusia, Sudáfrica y Namibia.
Un diamante se juzga utilizando cuatro parámetros distintos que se combinan de diversas formas hasta alcanzar su valor final. Se denominan las 4 C.
Como sucede con todas las piedras preciosas, el peso de un diamante se expresa en quilates.
La palabra "quilate" tiene su origen en una medida de la naturaleza, las semillas del algarrobo. El peso de los diamantes se determinaba tradicionalmente por medio de estas semillas, posteriormente el sistema se estandarizó y se fijó: un quilate equivale a 0,2 gramos (la quinta parte de un gramo). Un quilate se divide en 100 "puntos", por lo que un diamante de 25 puntos se describe como un cuarto de quilate ó 0,25 quilates.
Casi todos los diamantes contienen unos vestigios diminutos de carbono no cristalizado o pequeños cristales que no son diamantes. La mayoría no son perceptibles a simple vista y sólo se observan si se utilizan métodos de aumento. Estas impurezas se denominan inclusiones, son las huellas dactilares de la naturaleza y hacen que cada diamante sea único. Sin embargo, cuantas menos tenga, más excepcional será la piedra.
La pureza por lo tanto es el término utilizado para indicar hasta qué punto la piedra que se adquiere está libre de estos fenómenos naturales.
Existen 4 sistemas internacionales de graduación para clasificar los diamantes: GIA, CIBJO, IDC y SCAN D.N., así como la que próximamente se estandarizará internacionalmente ISO.
La GIA considera que una piedra es perfecta cuando no presenta inclusiones, ni externas ni internas. Otros sistemas utilizan el término "Loupe Limpio", con el que se indica que no presenta inclusiones internamente. Los grados siguen bajando gradualmente y son compatibles.
Aunque la mayoría de los diamantes no tienen color aparentemente, otros pueden contener ligeros tintes amarillos o marrones, como son los denominados diamantes champán. Algunos diamantes de color excepcional como el verde, rojo, azul, rosa o ámbar son conocidos como diamantes de fantasía.
De todas las 4C, ésta es aquella sobre la que el hombre ejerce una influencia más directa. Las otras tres son dictadas por la propia naturaleza. La talla o forma de un diamante influirá de un modo fundamental en su fuego y brillo, ya que será la habilidad del tallador la que libere su belleza.
Cuando usted está dispuesto a elegir su diamante, debe visitar a un joyero de confianza. Él es el experto en diamantes y con mucho gusto le explicará las 4C, así como las diferencias entre las diversas calidades de diamantes y cómo afectan éstas al precio. No espere encontrar "gangas" en diamantes: la calidad tiene su precio.
Un joyero establecido valora su buena reputación y le ayudará a conseguir el diamante de mejor calidad, ya que él sabe que usted busca calidad al hacer una compra tan importante.